Para el analista junguiano Erich Neumann, el proceso de
evolución de la Conciencia colectiva en la cultura occidental ha
pasado de la inconsciencia matriarcal con predominancia de lo instintivo, el animismo
y lo colectivo; al escepticismo patriarcal en el que han primado la
racionalidad, la identificación con el progreso y la
individualidad.
La transición hacia el patriarcado, sostiene Neuman,
implicó un nuevo énfasis de valores. El matriarcado, es decir , el dominio de
lo inconsciente, comenzó a considerarse entonces como negativo. Es por
esto que se da a la madre, a lo femenino, el carácter de dragón y
Madre Terrible. Ella es el aspecto antiguo a ser superado.
Para Neumann, la necesaria etapa patriarcal —que permitió el
despliegue de la tecnología y la conciencia—, está viviendo su ocaso por
agotamiento. El espíritu de la época corresponde entonces a la necesidad de una
perspectiva en la que se revalorice lo femenino, lo inefable, lo colectivo.
El distanciamiento paulatino del ser humano con la
naturaleza y con los aspectos inconscientes, nos ha hecho olvidar la red
de interdependencia que nos vincula con todos los seres que habitamos el
planeta. Nos hemos ubicado en un pedestal desde el que buscamos
someter, explotar o negar todo aquello que, desde la perspectiva
patriarcal, se considera inferior en algún sentido: la naturaleza, el
cuerpo, las emociones, la intuición, la imaginación, la subjetividad, lo
femenino.
Jung plantea al respecto: “El ser humano se siente aislado
en el cosmos. Ya no está arropado por la naturaleza y ha perdido su
participación emocional en los acontecimientos naturales que hasta ahora habían
tenido un significado simbólico para él”. Lo anterior ha generado una “nostalgia
del mundo desvanecido” a la vez que un estado de desorientación y
fragmentación interna que exige una transformación colectiva de principios y
símbolos básicos.
Para compensar la unilateralidad de la cosmovisión
occidental predominante se plantea, desde la psicología junguiana, que
emergen fuerzas telúricas, subterráneas, relacionadas con la tierra, con
la emocionalidad, con los ciclos de la naturaleza, con la diversidad.
Se interpreta la emergencia de estos factores como la
expresión de una crisis que promueve una conjunción, una
conciliación de opuestos complementarios, un nuevo orden más integral y
complejo que el anterior, en el que los principios femeninos y masculinos
danzan en armonía.
La analista junguiana Marion Woodman desarrolló ampliamente
dicha perspectiva “El alma femenina es la que nos fundamenta; nos ama y
nos acepta en nuestra totalidad. Nuestro reto hoy es encarnar esto. Desde hace
algún tiempo he estado viendo sueños, cientos de sueños de personas de
ambos sexos, sobre mujeres grandes y oscuras. Ellas aparecen como bailarinas,
magníficas gitanas, una cocinera portuguesa o gente que conocieron en las
Bahamas. Estas grandes maravillosas mujeres negras son un símbolo redentor.
Ellas son una imagen salvadora porque tienen contacto con el cuerpo, y también
tienen amor por él. Nos evocan a la Virgen Negra, la virgen de la tierra oscura
que se adoraba en la Edad Media y que todavía se venera en muchos países
hoy en día”
Simbolismo de la Virgen Negra: diosas telúricas de la fertilidad
Las vírgenes negras son imágenes de la Virgen María que la
representan como de piel oscura o casi completamente negra. Se sitúa su mayor
apogeo entre los siglos XI y XII. Su culto está presente en varios
lugares de Europa y de América Latina. Son ejemplos de la Virgen
Negra: la Virgen de Montserrat en Cataluña-también llamada “la Moreneta”-; La
Virgen de la Candelaria de Canarias, patrona de la ciudad de Medellín y de
Cartagena en Colombia; La Virgen de la Regla en Cuba; la Virgen de
Częstochowa en Polonia, entre muchas otras. Este fenómeno ha generado
reflexiones desde diferentes ámbitos: teológicos, antropológicos,
arqueológicos, esotéricos, sociológicos, psicológicos.
La simbología de la Virgen Negra ha sido tema de estudio de
varios analistas y estudiosas de la psicología junguiana. Carl
Jung creía que la Virgen negra era una manifestación de la diosa Isis
cuyo culto se había extendido en Europa antes de la llegada del cristianismo;
teniendo en cuenta que tanto los griegos como los romanos en su conquista por
el imperio egipcio, acogen y adaptan el culto de Isis por sus provincias.
Desde la órbita junguiana se propone entonces
entender las Vírgenes negras como continuadoras del rol de las antiguas
divinidades precristianas relacionadas con la fecundidad y la fertilidad.
Expresiones de estas divinidades telúricas son la diosa sumeria Inanna,
Isis , Artemisa o Lilith. Ellas encarnan la potencia y la fuerza de la naturaleza.
Son expresiones de la Madre Tierra, diosas de la fecundidad, del
principio femenino primordial al que se le rinde culto, según evidencias
arqueológicas, desde el paleolítico, hace unos 20.000 años a.C. Se
plantea que este principio ha sido denostado, negado o reprimido
durante los últimos 4000 años de predominio patriarcal.
Las vírgenes negras hacen alusión a las divinidades
ctonicas. El término de origen griego “ctónico” se asocia usualmente con
lo oscuro, lo primitivo y lo misterioso. Es lo que procede de la tierra, lo
remoto, lo subterráneo, lo carnal, lo infernal. Pan, Baco y Dioniso
son sus representaciones tradicionales. De acuerdo con Jung lo ctónico
está conectado a la sangre y el suelo. Hace referencia a todo aquello que
hunde sus raíces en la tierra, donde todas las cosas mueren, se descomponen y
retornan a la condición de elementos primarios. La consciencia de muerte
es uno de los aspectos que se consideran reprimidos o negados desde la
conciencia patriarcal.
Se destaca que los altares a la Vírgen
negra se ubicaron en los lugares de culto de las diosas precristianas y
también a Maria Magdalena, que se asocia de manera significativa con
ella. La Virgen Negra suele despertar cercanía en el culto popular, a
menudo se le llama la Dama del Bosque o la Dama de la Cueva.
Las imágenes de la Virgen negra suelen
tener un aspecto andrógino, como Dionisio. Este aspecto
contrasta con la imagen de la madre sumisa de los evangelios. La virgen
blanca, inmaculada, representa el aspecto luminoso, celestial, aéreo de
la divinidad, que necesita ser integrado con su polaridad complementaria:
terrenal, oscura, raizal, telúrica de la Virgen Negra. Esta unidad
de polaridades complementarias se manifiesta como: santa-puta,
espíritu-carne o naturaleza, salud-enfermedad, vida-muerte etc.
En la cultura popular se vincula a la virgen
negra con apariciones y milagros especialmente relacionados con los
procesos físicos del parto, de las enfermedades y la sexualidad. La
virgen negra parece representar también los poderes “mágicos” de sanación de la
propia naturaleza. El negro era el color con el que se representaban
tradicionalmente las diosas de la fertilidad.
Diosas de la transformación: lo negro como útero o materia prima
En su rigurosa y profunda indagación sobre la
evolución de la imagen de la Diosa, las estudiosas de la
psicología junguiana, Annes Baring y Jules Cashfor consideran que la Virgen
negra representa la oscuridad de la que emerge la luz “…colocada en criptas subterráneas
de catedrales y sobre los altares de iglesias y capillas humildes y remotas, la
imagen de la Virgen negra está relacionada con el reino de la oscura luna
nueva, las profundidades creativas de las cuales se ha retirado la antigua luz,
pero en las cuales nace la nueva luz”
La Virgen negra evoca, según las autoras, “la negrura
del cielo nocturno, cuyas luminarias más resplandecientes son la luna y el
lucero de la tarde y también el misterio del espacio, como una madre que diese
a la luz cada noche a la luna y las estrellas, y cada día al sol”. El color
negro se asocia con la sabiduria, con la fase oscura del ciclo lunar, en la que
la luz se gesta en el útero, se transforma y surge de nuevo. El negro
remite a las oscuras y profundas aguas primordiales de los mitos de creación,
que representarían la indiferenciación original.
La primera fase en el proceso alquímico medieval, que para
la psicología junguiana es una expresión simbólica del proceso de
transformación psíquica, es la Nigredo. Corresponde a la materia prima,
la tierra fértil, oscura y densa que posee el germen del oro filosófico.
El negro alude tambien a la humildad necesaria para alcanzar el
estado de prima materia, materia virgen, con capacidad de recibir la luz
divina.
La madre y el niño: la nueva consciencia
La Virgen negra suele estar representada con un niño divino
en brazos o en su regazo, que guarda muchas similitudes con la iconografía de
Isis con Horus. Lo anterior alude al difundido mito de la
diosa-madre-esposa descrito por Jung como “por la mañana la diosa es
madre, al mediodía hermana-esposa, y al atardecer otra vez madre que acoge al
difunto en su seno.
La madre con el niño divino se interpreta como la
renovación incesante del alma del mundo en la humanidad, a través de su
hijo, que es una nueva manifestación de su ser.
El niño que lleva en sus brazos “es la vida misma, a la que
da luz eternamente” La muerte y renacimiento del hijo de la diosa, y más tarde
del dios, repetidas una y otra vez, representan, las muchas revelaciones que se
han dado en la gradual evolución de la consciencia humana.
Baring y Cashfor resaltan como Istar, Isis o Cibeles bajan
en algún momento de categoría, para retornar con fuerza algunos siglos
después. Plantean también que los periodos de decaimiento están marcados
por el predominio de lo literal sobre lo simbólico. La literalización del mito
de renovación ha conducido a cruzadas para la eliminación concreta del
otro, considerado maligno, hereje o traidor a una supuesta verdad revelada y
unívoca.
La renovación se presenta a través del retorno de la visión
poética o simbólica del mito de renovación. El hijo representa esa nueva
consciencia simbólica, esa síntesis que emerge de la madre oscura y que
se convertirá en un nuevo rey o reina.
Para Marion Woodman el hijo que suele acompañar a las
Vírgenes Negras es «también un Marginado por el principio de poder que sólo
puede destruir nuestra aldea global.. Es una imagen de masculinidad potencial,
que es muy diferente de lo que generalmente nos asociamos con el patriarcado.
Nosotros tendemos a confundir el principio del poder patriarcal, que controla y
da forma a la naturaleza a cualquier precio, con masculinidad. Si alguna vez
traemos el hijo de la Virgen Negra a la conciencia, nuestra idea de
masculinidad madura será revolucionada»
La exaltación de la diosa.
Baring y Cashfor resaltan como en el Siglo XII y
XIII hubo una gran exaltación popular a la Virgen Negra que junto a
otros 5 movimientos que se presentaron conjuntamente en la misma época,
permitieron que el principio femenino estuviera nuevamente como punto central
de la consciencia durante un periodo de tiempo determinado.
Los movimientos a los que se refieren son: la orden de
los Templarios, la iglesia Catara, la Cábala judía y cristiana, la
alquimia, y la poesía Sufi. En todos ellos se resalta no solo la figura
de la Diosa misma, sino la de la Sofía, la imagen de la
sabiduría a la que aspira el alma durante su viaje de vuelta a la fuente.
Los trovadores por ejemplo, según las autoras, ofrecieron
una nueva imagen de sí mismos, como tiernos, corteses y cultivados, en vez de
únicamente dedicados a la conquista y la proezas bélicas. Sus canciones
glorificaban la vida, era una celebración del ser. Su forma de vida dejó
de existir de manera trágica, con la cruzada papal de 1209 contra la herejía
cátara y con la persecución que perduró en el siglo XIII
El retorno de la diosa: el anhelo de oscuridad
La perspectiva junguiana se suma a la visión de que la que
la energía de lo femenino primordial se encuentra fuertemente constelada de
manera colectiva, exigiendo una vez más su reconocimiento consciente.
La artista China Galland lo describe de la
siguiente manera “el anhelo por la oscuridad es una necesidad humana
profundamente sentida..Esta es una oscuridad multivalente. Esta es la oscuridad
de la sabiduría antigua , de la gente de color, del espacio, del útero, de la
tierra, de lo desconocido, del dolor, de la imaginación, de la oscuridad de la
muerte, del corazón humano, del inconsciente, de la oscuridad más allá de la
luz, de la materia, del descenso, del cuerpo, de la sombra del Altísimo”.
Esta autora relaciona la Virgen negra con la diosa india Kali, con la Tara
tibetana.
El anhelo de oscuridad se relaciona con la exaltación por
las figuras de María Magdalena o de Lilith. Connie Zweig en su libro el Romance
con la sombra lo plantea de la siguiente manera “Para las mujeres de hoy que
han sido victimizadas y convertidas en pasivas y obedientes, hay oro escondido
en este personaje de sombra: puede representar la capacidad de una mujer para
decir que no, su deseo de igualdad e independencia, y sus instintos naturales y
salvajes, que pueden regresar, mientras sana.”
El anhelo de oscuridad, que representa la Virgen Negra
se asocia también con la creciente consciencia hacia la ecología, por el
respeto y consideración por las otras formas de vida, por la atención al cuerpo
y a la sexualidad como caminos trascendentes.
Marion Woodman es quizás quien desde
el ámbito junguiano ha profundizado de manera más rigurosa y
poética sobre el simbolismo de la Diosa Oscura
“Ella preside la fertilidad, la sexualidad, el parto. Ella
acepta su cuerpo como cáliz para el espíritu, Preside el carácter sagrado de la
materia, El encuentro del sexo y el espíritu. Rechazada por el patriarcado, su
energía ha ardido durante generaciones. Ahora irrumpe en nosotros y en el
mundo, Exige reconocimiento consciente, Exige redención de la materia”
Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
Referencias Bibliográficas
BARING, A., CASHFORD, J., & VAN DER POST, L.
(2019). El mito de la diosa: evolución de una imagen.
GALLAND, C. (2007). Longing for darkness: Tara and the
Black Madonna, a ten-year journey. New York, N.Y., Penguin Books.
HILLMAN, J. (2000). La fuerza del carácter y la larga
vida. Madrid, Debate.
JUNG, C. G. (1966). Recuerdos, sueños y pensamientos.
Barcelona, Seix Barral.
JUNG, C.. G(1998). Símbolos de transformación.
Barcelona Paidós.
JUNG, C. G. (2014). Civilización en transición. Volumen
10, Volumen 10. http://site.ebrary.com/id/11013750.
NEUMANN, E (2015). Los orígenes e historia de la
conciencia. Traducción Juan Brambilla Vega. Editorial Traducciones Junguianas. ISBN 9786124745317.
MARION WOODMAN, ANDREW HARVEY, & ROSS WOODMAN.
(2010). Marion Woodman: dancing in the flames. Capri Vision.
WOODMAN, M. (1993). Conscious femininity: interviews
with Marion Woodman.
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