C.G. Jung, el gran médico del
alma y uno de los psicólogos más inspirados del siglo XX, tuvo una increíble
percepción en lo que se está reproduciendo actualmente, tanto a nivel
individual como colectivo, en nuestro mundo moderno de hoy. Él escribe: «Si, por
un momento, nos fijamos en la humanidad como una sola persona, se ve que es
como un hombre arrastrado por las potencias inconscientes.» Somos una especie
arrastrada – «poseída» por – y escenificando, el inconsciente. Jung explica:
«La posesión, aunque pasada de moda, de ninguna manera ha quedado obsoleta, ha
cambiado sólo el nombre. Antiguamente se hablaba de «espíritus malignos,» ahora
los llamamos «neurosis» o «complejos inconscientes.” Pensar
condescendientemente que nosotros, como personas racionales modernas, somos
demasiado sofisticados como para creer en algo tan primitivo como demonios es
haber caído bajo el hechizo de los mismísimos espíritus malignos que imaginamos
de ser inexistentes. Lo que los antiguos llamaban demonios, son un fenómeno
psíquico que nos obligan a actuar a cabo conductas contrarias a nuestras
mejores intenciones. Para citar a Jung,»…las condiciones psíquicas que
engendran demonios trabajan tan activamente como siempre. Los demonios
realmente no han desaparecido sino que meramente han adoptado otra forma: se
han convertido en fuerzas psíquicas inconscientes.”
«La posesión,» según Jung es «un
fenómeno psíquico primordial» que «denota un peculiar estado de ánimo
caracterizado por el hecho de que ciertos contenidos psíquicos, los llamados
complejos, se hacen con el control de la personalidad total, en lugar del ego,
al menos temporalmente, a tal grado que el libre albedrío del ego queda
suspendido.” Aunque el poseído podría imaginar que tienen libre albedrío, su
libertad es ilusoria. Están siendo utilizados involuntariamente como
instrumento de alguna «otra» energía o fuerza para encarnar y expresarse a
través de ellos. El tener complejos no es necesariamente patológico, ya que
todo el mundo los tiene. Lo qué es patológico, sin embargo, es pensar que no
tenemos complejos, que es la condición previa que nos hace más vulnerables a la
posesión. Jung aclara: «Todo el mundo sabe hoy en día que las personas ‘tienen
complejos.’ “Lo que no es tan conocido, pero mucho más importante teóricamente,
es que los complejos nos pueden tener a nosotros.» Cuantos más
complejos tengamos, más poseídos estamos. No tenemos que deshacernos de
nuestros complejos, más bien, debemos llegar a ser conscientes de ellos. Lo que
es importante es lo que hacemos con nuestros complejos.
Los complejos son las instancias
psíquicas que condimentan y determinan nuestra visión psicológica del mundo.
Para citar a Jung: «La vía regia [camino real] a través del inconsciente, sin
embargo, no es el sueño…sino el complejo, el que es el autor de sueños y
síntomas.» Temáticamente organizado (como el complejo del poder, el complejo
del salvador, complejo materno, complejo de inferioridad, etc.), los complejos
son los vehículos que profundizan en el rico repositorio de contenido de los arquetipos
subyacentes, dándoles a los arquetipos sin forma, una cara específicamente
humana. Los complejos son las unidades elementales vivas de la psique, actuando
como los puntos focales o nodales de la vida psíquica, en la que se concentra
la carga de energía de los diferentes arquetipos del inconsciente colectivo. Un
complejo con carga emocional actúa como el epicentro de un campo magnético, que
atrae y potencialmente asimila en ello mismo todo lo que tenga cualquier
resonancia, relevancia o esté relacionado a ello mismo en modo alguno. Este
proceso interno se puede ver mientras actúa en-sí en el mundo exterior cuando
nos ponemos en contacto con alguien que tiene un complejo activado y nos
encontramos arrastrados en su proceso, recogiendo un rol en su psique. Este es
un reflejo externo de cómo un complejo puede atraer, cooptar y subsumir otras
partes del entorno, tanto interiores y exteriores, en sí mismo. Cuando los
complejos se escinden de la consciencia, pueden potencialmente engullir y
poseer a toda la personalidad entera.
«Posesión» es una palabra
interesante. Evoca asociaciones inmediatas del Diablo, que, mitológicamente
hablando, es el que nos «posee,» en el sentido demoníaco de la palabra. Jung,
sin embargo, diferencia su sentido de la palabra «posesión» del significado
asociado con la Iglesia Católica, por ejemplo, cuando escribe: «La idea de la
Iglesia sobre la posesión, por lo tanto, se limita a los casos extremadamente
raros, mientras que yo lo usaría en un sentido mucho más amplio que designa un
fenómeno psíquico que ocurre con frecuencia.» Posesión, psicológicamente
hablando, es identificarse con un complejo del inconsciente, llegando a ser
apoderados por ello, de tal manera que lo actuamos a cabo cómo, en y a través
de nuestras vidas ¿Quién de nosotros no ha hecho esto? ¿Quién de nosotros
podría tirar la primera piedra?
Sincronísticamente, mientras
escribo este artículo, múltiples ejemplos de personas siendo poseídas por y
actuando a cabo su inconsciente en el escenario mundial sucedieron a la vista
de todos. La estrella del tenis Serena Williams «perdió la cabeza» cuando cayó
en un ataque de rabia en el Open de EE.UU. en un arrebato incontrolado dirigido
al congresista republicano Joe Wilson, gritando «Mientes», durante el discurso
del Presidente Obama ante el Congreso, y el rapero Kanye West fundiéndose
groseramente e interrumpiendo y estropeando el discurso de aceptación de la
cantante de country Taylor Swift en los MTV Video Music Awards, todos ilustran
exactamente lo que estoy señalando. Todos ellos fueron «apoderados por algo.»
Jung escribe: «desde el principio
del mundo, la humanidad ha estado poseída.» Posesión es sinónimo de esclavitud.
Jung comenta que en estados de posesión se trata de «la misma experiencia
milenaria: algo objetivamente psíquico y extraño para nosotros, que no está
bajo nuestro control, se opone firmemente a la soberanía de nuestra voluntad.»
Posesión significa ser suplantado por algo más fuerte, ser absorbido y
«adueñado» por algo distinto de nosotros mismos. Jung dice: «Dondequiera que
todavía estemos apegados, seguimos poseídos, y cuando estamos poseídos, hay uno
más fuerte que nosotros, que nos posee.» Todos hemos tenido momentos en los que
hemos estado poseídos por algo, en la que todos hemos sentido «no ser nosotros
mismos,» donde ya no somos idénticos a nosotros mismos. Algunos de nosotros
pasamos toda nuestra vida viviendo la vida de otra persona en lugar de la
nuestra. Todos hemos tenido momentos en los que «algo» se nos ha metido dentro,
en que nos sentimos de extraño humor, fuera de sí. Cuando nos agarran los
arquetipos primordiales más profundos, Jung escribe: «Ellos pueden fácilmente
agarrarte y estás poseído como si fueran leones u osos, digamos – fuerzas
primitivas que son, definitivamente, más fuertes que tú.» En cualquier momento,
cualquiera de nosotros puede llegar a ser «poseído» por el inconsciente de tal
manera que una energía más poderosa que nuestro ego consciente nos mueve y
anima. Para citar a Jung, «…fácilmente nos pasa a cualquiera de nosotros que no
actuamos por nuestra propia voluntad. Entonces no puedo decir que lo hago, sino
que se hace a través de mí, algo se apodera de mí, la mismísima acción puede
tomar posesión de mí. » Cuando hemos caído en nuestro inconsciente y
compulsivamente en-actuamos a cabo un complejo inconsciente, llegamos
a ser manipulados por fuerzas más poderosas que nosotros mismos.” En palabras
de Jung, entonces una persona se convierte en «marioneta del diablo. Esto puede
ocurrir sólo porque creía que había abolido los demonios por declararlos
supersticiones. Pasó por alto el hecho de que eran, en el fondo, los productos
de determinados factores en la psique humana. «Al desestimar los demonios como
meras ilusiones sin darnos cuenta de su realidad psicológica, involuntariamente
llegamos a ser poseídos por ellos. Los demonios son en última instancia partes
escindidas, rechazadas y repudiadas de la psique que se experimentan como algo
ajeno y distinto a lo que nos imaginamos de ser (véase mi artículo, “Meeting the Other
Within” Encuentro con el Otro en el Interior). Los demonios,
psicológicamente hablando, son muy reales, en cuanto a que alteran nuestra
experiencia de nosotros mismos. Jung dice: «Por lo general hay una marcada
pérdida del conocimiento de los complejos, y esto, naturalmente, les garantiza
aún más la libertad de acción. En estos casos, su capacidad de asimilación
llega a ser especialmente pronunciada, ya que la inconsciencia ayuda al
complejo de asimilar incluso el ego, el resultado siendo una alteración
momentánea e inconsciente de la personalidad conocida como identificación con
el complejo. En la Edad Media iba por otro nombre, se llamaba posesión.”
Nosotros, como personas «modernas,» en la medida en que estamos actuando a
través de nuestro inconsciente, estamos tan «plagados» por la posesión como la
gente en la Edad Media.
Jung Comenta,»…en todos los
casos, la identificación con el [complejo] inconsciente trae un debilitamiento
de la consciencia, y en esto radica el peligro. No es ‘hacer’ una
identificación, no ‘te identificas’, sino que tienes la experiencia de tu
identidad con el arquetipo de forma inconsciente y así estás poseído por él.
«Todo con lo que estamos inconscientemente identificados estamos poseídos por
ello, y por lo tanto, compelidos a actuar en nuestra vida sin entender el por
qué. Aunque hemos descartado la idea de los demonios en el altar de nuestra
racionalidad, en palabras de Jung, «…el hombre mismo ha asumido su papel sin
saberlo y ejecuta la obra diabólica de la destrucción con herramientas mucho
más eficaces de como lo hacían los espíritus. En los viejos tiempos los hombres
eran brutales, ahora son deshumanizados y poseídos a tal grado que incluso la
Edad Media más negra jamás conoció.” Más que nunca, la humanidad actual, sin
duda actúa como si fuera una especie poseída. El teólogo eminente y activista
por la Verdad del 9/11 David Ray Griffin escribe: «Parece ser que estamos
poseídos por una fuerza demoníaca que nos conduce, en un trance, hacia la
auto-destrucción.»
Jung comenta,»…un ‘algo’
desconocido se ha apoderado de una parte mayor o menor de la psique e impone su
existencia odiosa y dañina sin inmutarse por todo nuestro conocimiento, razón y
energía, proclamando así el poder del inconsciente sobre la mente consciente,
el poder soberano de la posesión.» Cuando estamos poseídos no somos libres, no
somos dueños de nuestra propia casa. Cuando estamos poseídos por el
inconsciente, llegamos a estar disociados de nosotros mismos de tal manera que,
como escribe Jung, hay «un desgarro suelto de parte de la propia naturaleza, es
la desaparición y la emancipación de un complejo, que acto seguido se convierte
en un usurpador tirano de la consciencia, oprimiendo al hombre por completo. Lo
lanza fuera del trayecto y lo lleva a las acciones cuya unilateralidad ciega
conduce inevitablemente a la autodestrucción.”
COMPLEJOS AUTÓNOMOS
«Los complejos autónomos» son
partes de la psique que se han escindido debido al shock, trauma, o violación
de nuestras fronteras, y han desarrollado una vida aparentemente autónoma y
voluntad aparentemente independiente propia. Aunque nos identificamos con ellos
inconscientemente, los complejos autónomos están subjetivamente experimentados
como algo más que nosotros mismos. Aparte de su inherente oscuridad y
extrañeza, nuestra identificación inconsciente con los complejos autónomos es
la razón esencial por la que es tan difícil de conseguir un asidero en ellos.
Los complejos autónomos actúan sobre nosotros, se sienten como nuestro ser más
íntimo, finalmente necesitan ser adueñados, pero, paradójicamente, no nos
pertenecen. La aparente autonomía de los arquetipos y complejos es la que da
origen a la idea de los seres sobrenaturales. Dotado de una energía numinosa,
los complejos autónomos son lo que nuestros antepasados solían llamar
«demonios.» Los complejos autónomos son un nombre psicológico para los demonios
en el proceso arquetípico de la adicción que nos animan a actuar
compulsivamente nuestra conducta adictiva. Un demonio o complejo autónomo, en
palabras de Jung, «se comporta como un cuerpo extraño animado en la esfera de
la consciencia. El complejo por lo general se puede suprimir, con un esfuerzo
de voluntad, pero no argumentado fuera de la existencia, y a la primera
oportunidad apropiada reaparece en toda su fuerza original.» Debido a su falta
de asociación con el yo consciente, los complejos autónomos típicamente no
están abiertos a ser influenciados, educados, ni corregidos por la «realidad».
Un intruso desde el inconsciente y un perturbador de la paz, un complejo
autónomo, Jung señala, «se comporta exactamente como un espantajo que siempre
elude nuestro agarre.» Si dejados sin reflexión estos demonios o complejos
autónomos causan estragos para todo el mundo dentro de su esfera de influencia.
Jung escribe: «…cualquier
complejo autónomo no sujeto a la voluntad consciente ejerce un efecto posesivo
en la consciencia, proporcional a su fuerza y limita la libertad de este
último.» Mientras se hace cargo y toma el mando de una persona, un complejo
incorpora un régimen aparentemente autónomo en el mayor cuerpo político de la
psique. Al escribir sobre los complejos autónomos, Jung dice: «…el complejo
forma algo así como un gobierno en la sombra del ego,» en cuanto a que el complejo
dicta al ego. Cuando somos tomados por y estamos en conflicto interno con, y
debido a un complejo autónomo, es como si nosotros, los gobernantes naturales
de nuestro propio paisaje psíquico, hayamos sido depuestos, y estuviéramos
viviendo en un país ocupado. Se nos permite nuestra libertad aparente, siempre
y cuando no amenace la soberanía y el dominio de la potencia dominante. Jung
comenta: «…un hombre no se da cuenta que cuando se rige por un demonio, pone
toda su habilidad y astucia al servicio de su amo inconsciente, aumentando así
su poder mil veces.» Siendo esto una situación psicológica no-local interna,
puede manifestarse tanto en nuestra psique como en el mundo exterior al mismo
tiempo.
Los demonios o complejos
autónomos tienen un efecto posesivo y obsesivo sobre la consciencia.
Curiosamente, la palabra «obsesión» originalmente significaba estar bajo la
influencia de una maléfica “posesión.” La obsesión se refiere a ciertas ideas
que han tomado posesión de la persona. Podemos llegar a ser poseídos por ideas
inquebrantables de cómo deberían ser las cosas o como quien pensamos que somos,
oprimiendo y tiranizando ambos a nosotros mismos y a los demás que tienen un
punto de vista diferente en el proceso. Jung escribe: «La idea es como un ser
autónomo que quiere un cuerpo tanto que incluso se encarna en el cuerpo, uno
comienza a jugar, para llevar a cabo la idea, y luego la gente dice que uno
está completamente loco. La idea ha tomado posesión de uno hasta volverse como
si estuviera fuera de sus cabales. «Millones de nuestra especie han matado y
han sido asesinados por una idea fija.
Requisando y colonizando nuestra
psique, una escisión, un complejo autónomo es, en potencia, como un «virus
vampírico,» en cuanto a que es fundamentalmente materia «muerta,» es sólo un
ser viviente que adquiere un cuasi-vida. Al igual que un vampiro se re-vitaliza
chupando nuestra fuerza vital, cuando nos identificamos inconscientemente con
un complejo autónomo activado, literalmente estamos animando y avivando a los
muertos vivientes. Cómplices de nuestra propia victimización, entonces cedemos
involuntariamente nuestra libertad, poder, y fuerza vital en el proceso.
Al igual que las células
cancerosas que asolan al cuerpo, los complejos autónomos desasociados son como
«mentes disidentes» que pueden llegar a ser excesivamente hinchadas con energía
psíquica, y luego se propagan en metástasis dentro de la psique, consumiendo,
devorando y canibalizando los aspectos sanos de la psique. Extrayendo y
atrayendo todas las partes sanas de la psique hacia sí mismo, un complejo
autónomo puede potencialmente deformar y destruir la psique de la persona (o de
la nación) así afligida, infectando de manera no local y propagando por
contagio psíquico su malestar con el campo circundante en el proceso.
Un complejo autónomo no puede
soportar ser visto, sin embargo, muy de la misma manera que un vampiro detesta
la luz. Un demonio o complejo autónomo cambiará de forma y hará todo en su
poder para resistirse a ser iluminado, porque una vez visto, su autonomía y la
omnipotencia son retiradas. Anclado, conectado y relacionado con la
consciencia, el demonio o complejo autónomo ya no puede vaporizarse de vuelta
al inconsciente, es decir, que ya no es capaz de poseernos por detrás y por
debajo de nuestra consciencia a fin de obligarnos a actuar inconscientemente
exteriorizando y haciendo su voluntad (por favor, ver mi artículo “Shedding Light on Evil” “Arrojando
Luz Sobre el Mal”).
ENCONTRAR EL NOMBRE
Cuando «veamos» un demonio,
sepamos su nombre, lo cual nos ayuda a conseguir “hacernos con” y controlar la
situación. El nombrarlo es un ejercicio de exorcismo, ya que disipa el poder
del demonio sobre nosotros. Jung dice que «El acto de nombramiento es, como el
bautismo, muy importante en cuanto a la creación de personalidad, porque un
poder mágico se ha atribuido al nombre desde tiempos inmemoriales. El saber el
nombre secreto de una persona [o de un demonio] es tener el poder sobre él.” En
otra parte, Jung escribe: «Para la humanidad siempre fue como una liberación de
una pesadilla cuando se encontraba el nombre nuevo.» Encontrar el nombre es un
acto de poder. Jung comenta: «En el momento en que designes por su símbolo al
arquetipo vivido, te sientes aliviado, que es un momento bueno y positivo, aún
siendo horrible…Por lo tanto la antigua medicina egipcia consistía en dar a la
cosas el nombre correcto…Un nuevo nombre siempre produce un efecto
extraordinario, no podemos racionalizar estas cosas, lanzan un hechizo, son
símbolos, y realmente influyen en el inconsciente como al igual que el
inconsciente influye en nosotros.»
Es muy importante para nosotros
el volver a introducir la palabra «demonio» y «posesión» de vuelta a nuestro
vocabulario, sin el temor de que seremos vistos como primitivos, locos o
incluso poseídos nosotros mismos si usamos esas palabras. Necesitamos ampliar
nuestra fluidez psico-espiritual que nos permita navegar por las aguas vivas de
nuestro paisaje interior y exterior. Al estar «endemoniado» – tomados por
fuerzas psíquicas inconscientes— es algo que nos pasa a todos nosotros, y es
nuestra gran ventaja la de ser capaz de nombrar correctamente nuestra
experiencia. Encontrar el nombre nos empodera a comprometernos creativamente
con estas partes de nosotros mismos que emergen desde las sombras «en el nombre
de la curación.»
¿Cómo hacemos una palabra? La
“deletreamos” (spell=deletrear/conjuro/hechizo). En la búsqueda de las palabras
de nuestra experiencia, estamos echando un «conjuro positivo,» cuya órbita no
local e influencia son liberadoras. Somos entonces capaces de la conjugación
consciente y de dar voz a nuestra experiencia, que es dar un paso hacia y
acceder al espíritu creativo. En el aprendizaje de formas nuevas y creativas
para expresarnos, estamos disipando la maldición-(mal-dicción) bajo la que
estábamos, de no ser capaces de simbolizar nuestra experiencia. Al aprender a
deletrear/lanzar hechizos (spell=deletrear/hechizo) conscientemente, el mundo
ya no está escrito en piedra, con nosotros como sus víctimas pasivas, cuando
nos damos cuenta y aprovechamos el poder creativo y transformador de la
Palabra, el Logos. Como dice en la Biblia: «Y primero fue la palabra. Y el
Verbo era con Dios. Y el Verbo era Dios.” La creación de un nuevo lenguaje con
el fin de re-crearnos a nosotros mismos nuevamente, nos adentramos en las
figuras arquetípicas del «Sanador Herido» y el «Artista Creativo.» En la
animación de estas figuras arquetípicas, activamos y participamos creativamente
en nuestro propio proceso evolutivo, ampliando y perfeccionando las formas en
las que tel-empáticamente comulgamos y telepáticamente comunicamos entre
nosotros, así como con nosotros mismos. Además, parte del restablecimiento de
la palabra «demonio» y «posesión,» como lleno de significado, es el
complementar estas palabras con la idea de que si tenemos una reacción y
llegamos a ser «accionados» por estas palabras, la figura dentro de nosotros
que se acciona o dispara podría ser el mismo demonio que nos está poseyendo
(por favor, ver mi artículo “Triggered by Evil” «Accionado
por el Mal»). He acuñado el nombre de «Demonio no-local» («DNL» para abreviar)
para «capturar» este elusivo, mercurial demonio no local que «ronda» nuestro
mundo. Al igual que la acuñación de una moneda, cuando acuñamos una frase y
encontramos el nombre, creamos moneda corriente en el reino de la mente con la
que ejercer el comercio entre sí, así como con nosotros mismos. Esto es para
generar consciencia, que es algo de valor genuino. Una vez que vemos cómo el
DNL opera clandestinamente en todo el campo subyacente de consciencia mediante
la ocultación y ofuscación en y a través de nuestro inconsciente, enganchándose
e insinuándose en nuestros puntos ciegos, hemos simultáneamente retirado su
poder a la vez que nos hemos empoderado a nosotros mismos, creando una riqueza
de nuevas formas que nos permite responder de manera creativa que previamente
no estaban disponibles. Siendo no-local, una de las formas en que el DNL se
encarna es a través de nuestras re-acciones inconscientes internas, para
encontrarse con la multitud de formas-alteradas y disfraces del DNL en el mundo
exterior. La forma de tratar más eficazmente con un demonio es volver nuestra atención
con valentía hacia lo que se desencadena dentro de nosotros. El texto gnóstico;
El Evangelio de Felipe, dice, “siempre y cuando se oculta la raíz de la maldad,
permanece fuerte. Pero cuando se reconoce, se disuelve. Cuando se revela,
perece…En cuanto a nosotros, excavemos tras la raíz del mal que está dentro de
cada uno de nosotros y que produce sus frutos en nuestros corazones. Nos
domina. Somos sus esclavos. Nos lleva en cautividad, para obligarnos a hacer lo
que no queremos, y lo que queremos, no lo hacemos. Es poderosa porque no la
hemos reconocido.” (II, 3, 83,5-30)
El origen de los demonios se
encuentra dentro de nosotros mismos. En comparación a existir «en virtud» de
algo, los demonios sólo pueden vivir por la «falta de virtud» de nuestras propias
mentes oscurecidas y sin examinar. La cita Gnóstica anterior trae a la mente el
famoso pasaje de Pablo en el Nuevo Testamento: «Lo que me gustaría hacer, no lo
hago, y lo que no haría, lo hago.» (Romanos 7:15 Versión Rey Jaime), que es una
expresión clara y sencilla de nuestra propensión humana para la posesión, si
alguna vez la hubo. Un complejo autónomo no-iluminado y no reconocido nos
obliga a actuar diabólicamente en contra de nuestras mejores intenciones, como
cualquiera de nosotros que hayamos luchado contra toda forma de comportamiento
adictivo sabe por experiencia propia. El estar poseído por demonios es un
problema tan antiguo como la humanidad.
Todos somos chamanes y curanderos
potenciales, porque al metabolizar la oscuridad y asimilar nuestros propios
demonios, les añadimos luz y «aligeramos» de manera no-local, la sombra
colectiva para todo el mundo (por favor, ver mi artículo, “We are all
Shamans-in-Training”). “Todos somos chamanes-en-Formación.”) Si los
demonios no están integrados, tampoco lo está el alma humana, es decir, que la
adopción e integración de nuestros demonios es fundamental para la evolución
del alma. Jung sopesa: «¿Cómo se puede integrar el mal? Sólo hay una posibilidad:
El asimilarlo, es decir, elevarlo al nivel de la consciencia.» Elevar los
demonios al nivel de la consciencia les resta su existencia autónoma, ya que
vuelven a juntarse a la unidad profunda de la psique. Jung comenta: «Entonces
el opus magnum [el ‘gran trabajo’ de la alquimia] está terminado, el alma
humana está completamente integrada.» (Véase mi artículo “The Sacred Art of
Alchemy” «El Arte Sagrado de la Alquimia»).
LO DEMONÍACO
Para citar al señalado psicólogo
Rollo May, lo demoníaco es «cualquier función natural que tenga el poder para
hacerse cargo de toda la persona [o nación entera]…lo demoníaco puede ser tanto
creativo o destructivo [es decir, demoníaca]…la violencia es lo demoníaco
vuelto torcido…en épocas [como la nuestra] tienden a haber momentos en donde lo
demoníaco se expresa en su forma más destructiva.» Lo demoníaco no es una
entidad metafísica objetiva existente en el sentido Cristiano, sino que es una
función arquetípica de la experiencia humana, una realidad psíquica, así como
una realidad existencial en la que todos participamos.
Lo demoníaco es una energía
arquetípica que puede apoderarse de una persona, un grupo o una nación. Jung
escribe: «Sabemos que un arquetipo puede irrumpir con fuerza demoledora en una
vida humana individual y en la vida de una nación.» Los arquetipos son
entidades dinámicas vivas, instintos psicológicos o campos de información de
influencia que proporcionan la plantilla subyacente de los patrones humanos de
comportamiento, percepción y experiencia. Lo demoníaco se anuncia mediante el
reclutamiento de las personas a su servicio, alistando los seres humanos como
instrumentos de su revelación a-cuerpo-entero de sí mismo. Jung comenta: «Uno aun
no se da cuenta, cuando un arquetipo es constelado inconscientemente y no
entiende conscientemente que uno es poseído por el mismo y obligado a cumplir
su fatal objetivo.» Lo demoníaco se expresa a través de nuestro reclutamiento a
su causa y obligándonos a actuar externalizando inconscientemente a fin de dar
forma viva a sí mismo en la tercera dimensión.
La palabra demoníaca está
relacionada con «el diablo,» que a su vez se relaciona con la palabra
diabólica, cuyo significado interior es dividir, separar, y des-integrar. Al
ser divisivo, lo diabólico nos escinde en varios trozos fragmentados y
compartimentados. Jung comenta: «La posesión por el inconsciente significa
hacer trizas en muchas personas y cosas, una disyunción. Por eso, según
Orígenes [un teólogo Cristiano temprano], el objetivo del Cristiano es el de
llegar a ser un ser humano interiormente unido.» Convertirse en un verdadero
seguidor de Cristo, que es el símbolo del Ser totalmente integrado, es
transformar la naturaleza diabólica de la disyunción en una sagrada conjunción,
donde se conectan todas las partes de la psique y los opuestos se unen. Esta es
la razón por lo que la mayor protección contra los demonios es estar en
contacto con nuestra integridad intrínseca, que ha de ser «dueña de sí misma»,
–en posesión de la parte de nosotros que no es ‘poseíble,’- que es el Ser, la
totalidad de nuestro ser. El antónimo de la palabra diabólico es simbólico,
que, además de ser el lenguaje de los sueños, significa reunir, unir e
integrar. Lo demoníaco es un fenómeno cuántico, en que contiene tanto lo
simbólico y lo diabólico codificado dentro de sí en un estado de superposición,
es decir, que oculto dentro de lo demoníaco está la semilla creativa de su
propia transformación. Ambas fuerzas constructivas y destructivas están
plenamente presentes en lo demoníaco simultáneamente, y cualquiera de las
energías puede, potencialmente manifestarse, dependiendo de cómo una
consciencia observadora interactúa con ello.
Para citar a Jung, «…el demonio
de la voz interior es a la vez nuestro mayor peligro y una ayuda
indispensable.» Escondido en lo demoníaco está nuestra voz interior, nuestro
espíritu guía, nuestro ángel y nuestro genio. Jung se refiere a lo demoníaco
como «la creativa desapercibida», es decir, es la creatividad todavía no «hecha
realidad» o lograda por el ego. El desarrollo de un ego sano y fuerte es de
vital importancia en entrar en relación a y expresar creativamente las energías
demoníacas dentro de nosotros. Una de las cosas más destructivas de la psique
humana es la creatividad no realizada.
Si lo demoníaco no es honrado y
tratado religiosamente (es decir, cuidadosamente considerado con reverencia y
un sentido de lo sagrado), por menos que, se constela negativamente y se
convierte verdaderamente en «demoníaco,» en el sentido destructivo de la
palabra. Jung comenta: «En términos generales lo demoníaco es ese momento en
que un contenido inconsciente del poder aparentemente abrumador aparece en el
umbral de la consciencia. Pudiendo cruzar el umbral apoderándose de la
personalidad. Entonces es posesión.” Antes de que un arquetipo pueda ser
conscientemente integrado, siempre se manifestará físicamente, ya que, en
palabras de Jung, «…fuerza al sujeto en su propia forma.» En su forma negativa,
que es una verdadera forma virulenta de la locura, nosotros, debido a nuestra
inconsciencia, nos convierten en un conducto viviente de la encarnación de una
energía malévola, depredadora y rapaz inhumana, que sólo se preocupa por la
alimentación de su propio narcisismo insaciable, en última instancia,
victimizando, consumiendo y canibalizando tanto a nosotros mismos como a otros
en el proceso. Al describir este momento de ser poseído, Jung elabora: «La
bestia de presa se apodera de él y pronto le hace olvidar que es un ser humano.
Su animal afecta obstaculizando cualquier reflexión que pueda interponerse en
el camino de sus cumplimientos de deseos infantiles, llenándolo en su lugar con
una sensación de un nuevo derecho ganado a la existencia y le intoxica con el
ansia de botín y de la sangre.» Esta energía en-toxicante, que es el ego
narcisista campando a sus anchas mientras se auto-encanta, es el combustible
que anima cualquier forma de adicción. «La intoxicación,” para citar a Jung, es
«esa forma más directa y peligrosa de la posesión,» que salvo que se reflexione
sobre ella, y así sea iluminada y transformada por la luz de la consciencia,
conduce inevitablemente a la autodestrucción.
Jung nos recuerda que «La locura
es la posesión por un contenido inconsciente que, como tal, no se asimila a la
consciencia, ni puede ser asimilada ya que la existencia misma de tales
condiciones es negada.» Entonces caemos en la regresión infinita y perpetúa
retroalimentación de negar que estamos en la negación, una cepa de creación
propia de la locura a la que le he dado el nombre de “malignant egophrenia,” «egofrenia
maligna» o “enfermedad ME(yo),» para abreviar. Esta es una forma de
auto-engaño, disociación y ceguera psíquica en la que estamos mintiendo en
última instancia, y ocultando de nosotros mismos. Llegado a cierto punto este
proceso se atrinchera dentro de la psique de tal manera que desarrolla impulso
suficiente para convertirse aparentemente en su propia auto-generada entidad
autónoma. Entonces nos hemos convertido en un «problema» para nosotros mismos,
creando nuestro propio monstruo de Frankenstein en el proceso, que es nosotros.
Podemos entonces decir que somos la encarnación de la enfermedad del ME/yo en
persona de carne y hueso, su revelación en forma humana. Similar a ser poseído
por un demonio, siendo apoderado por la enfermedad del ME/yo es al mismo tiempo
su propia auto-revelación codificada dentro de la aparente patología, está su
propia medicina.
Una de las principales formas en
que los demonios se empoderan en nosotros es cuando somos inconscientes de
nuestra sombra. Jung dice: «Cualquiera que no sea consciente de su sombra, sea
demasiado maravilloso, demasiado bueno, tiene una idea equivocada de sí mismo,
y en tal medida esa persona está poseída.» En la medida en que no somos
conscientes de nuestra sombra es la medida en que no somos conscientes de
nuestro potencial para promulgar involuntariamente nuestro inconsciente de una
manera que podría ser hiriente. Jung escribe: «Si no vemos el lado negativo de
lo que hacemos, de lo que somos, estamos poseídos…Sólo a través de la
comprensión de los aspectos inconscientes, por regla general, podemos
liberarnos de la posesión.» Comprender los “aspectos inconscientes» es arrojar
luz sobre las partes dormidas más oscuras de nosotros mismos – «el lado
negativo de lo que hacemos» –que es esencialmente el acto de toma de
consciencia. Los demonios están actuando a cabo por sí mismos a través de
nuestros puntos-ciegos psíquicos. Jung comenta: «…el demonio que está siempre
contigo es la sombra tras de ti, y está siempre en donde tus ojos no lo están.»
Los lugares en los que somos
poseídos por nuestro inconsciente son los lugares en nosotros mismos en donde
no somos capaces de ver, donde «nuestros ojos no están,» donde no somos capaces
de la especulación auto-reflexiva. Simbólicamente, esto es como un vampiro que
no proyecta reflejo en el espejo. Jung escribe: «Ya que nadie es capaz de
reconocer exactamente dónde y cuánto de él mismo está poseído e inconsciente,
simplemente proyecta su propia condición a su vecino, y por lo tanto se
convierte en un deber sagrado el tener las mayores armas de fuego y el gas más
tóxico.» Curiosamente, Jung se refiere simplemente a la «proyección de la sombra,”
un proceso en el que proyectamos nuestros propios aspectos no-abrazados
(nuestra «propia condición») sobre el prójimo, como «la mentira.» Uno de los
significados de la palabra «diablo» es «el mentiroso.» (Por favor véase mi
artículo “Shadow
Projection: The Fuel of War,” «La Proyección de la Sombra: El
Combustible de la Guerra» y “Shadow Projection is
its Own Medicine” «La Proyección de la Sombra es su Propia Medicina»).
La proyección de nuestra sombra sobre los demás es una actividad que es en sí
misma una expresión del diablo que se esconde dentro de nosotros, al acecho
detrás de la proyección. Hablando sobre lo fácil que es para los «demonios»
encontrar una nueva víctima, Jung comenta: «…eso no será difícil. Todo hombre
que pierde su sombra, toda nación que cae en la justicia propia, es su presa.»
Jung comenta sobre el estado de
estar poseído por un arquetipo tales como el demoníaco cuando escribe: «Porque
un arquetipo tiene vida propia, la vida que le es propia y peculiar al
arquetipo muestra su autonomía por el hecho de que puede devorar la propia vida
de uno. Es tan fuerte que uno puede ser engullido por él y no ser nada más que
ese arquetipo. Por supuesto, uno no lo sabe.» El arquetipo invisible sin forma
se ha in-formado a sí mismo y se ha hecho visible a través de la persona, grupo
o nación de la que se apodera. Se puede decir que es la viva encarnación del
arquetipo, ya que son la revelación hinchada completa en toda regla, en la
forma.
Una cualidad esencial de ser
poseído por el inconsciente es la de no saber que estamos poseídos porque si lo
supiéramos, no estaríamos poseídos. Para citar a Jung: «Cuando eres sólo uno
con una cosa eres completamente idéntico –no se puede comprender, no se puede
discriminar, no se puede reconocer.» Cuando somos idénticos con algo, no somos
capaces de diferenciarnos de él, es decir, no tenemos la libertad de elección
con respecto a aquello con lo que nos identificamos inconscientemente. Cuando
nos identificamos con y representamos el inconsciente, somos verdaderamente
inconscientes.
Jung conjetura, «supongamos que
yo soy idéntico a un arquetipo, yo no lo sé y el arquetipo por supuesto que no
me lo va a decir, porque yo ya estoy poseído e inundado por el arquetipo…Así
como no presto atención al martillo que uso, lo uso y después lo tiro a la
basura. No es un martillo personal. Esa es la forma en que el arquetipo utiliza
el hombre, simplemente como un instrumento, como una herramienta de un tipo muy
transitorio.» A pesar de que un arquetipo se expresa a través de los
individuos, un arquetipo es impersonal. Los arquetipos que nos alistan para sus
fines, tomando posesión de nosotros como un objeto de propiedad, y nos
abandonan cuando ya no les somos útiles. Jung continúa: «Pero el hombre está,
por supuesto, en una situación horrible. Él está poseído, y no puede defenderse
a sí mismo, porque él ni siquiera sabe que está poseído, y esa es una maravillosa
oportunidad para el inconsciente. «El no saber que estamos poseídos por el
inconsciente, es como si los padres no estuvieran en casa, creando una
oportunidad para que los niños (el inconsciente) actúe sin restricciones. Jung
dice: «Las fuerzas que estallan fuera de la psique colectiva tienen un efecto
confuso y cegador.» El surgimiento de fuerzas inconscientes del inconsciente
colectivo normalmente evoca confusión y ceguera, es decir, pérdida del
conocimiento. Jung continúa, «…en la misma medida que la influencia del
inconsciente colectivo aumenta, la mente consciente pierde su poder de
liderazgo. Imperceptiblemente se convierte en el dirigido, mientras que un
proceso inconsciente e impersonal va tomando el control. Así, sin notarlo, la
personalidad consciente es zarandeada como una figura en un tablero de ajedrez
por un jugador invisible. Este es el jugador que decide el juego del destino,
no la mente consciente y sus planes.» Es como si un invisible golpe de estado
hubiera tenido lugar dentro de la psique. Cayendo en el autoengaño, la mente
consciente está bajo la ilusión de que ella está decidiendo, de que está en
control, mientras que en realidad está siendo dirigida y manipulada como un
títere. Citando a WH Auden: «Somos vividos por Potencias que simulamos
entender.»
Jung dice: «El diablo es la
sombra imitando a Dios.» Cuando estamos poseídos por el inconsciente, una
energía arquetípica más potente, se desplaza de forma y toma nuestra forma
aparente, que absorbemos en, identificamos con y consideramos de ser quienes
somos. Engañados y embaucados por el hábil «arte de vender» de este impostor de
nosotros mismos, «compramos» su versión de quienes somos. Vivimos entonces una
simulación de nosotros mismos, imitándonos a nosotros mismos, convirtiéndonos en
una copia maestra, un duplicado de nuestro ser original. En la medida en que
inconscientemente estamos poseídos por el demonio, es como si un parásito
psíquico se hubiera hecho cargo de nuestro cerebro y nos haya bureado, su
anfitrión, a pensar que estamos alimentando y fortaleciéndonos nosotros mismos,
mientras que en realidad estamos nutriendo al parásito. Es como si nuestro alma
hubiera sido secuestrado por una fuerza arquetípica más profunda, y haya sido
sustituido por una pálida imitación de nosotros mismos, y, en la medida en que
hemos sido apoderados, ni siquiera nos damos cuenta. Los arquetipos, señala
Jung, «tienen la más desagradable de las cualidades de aparecer con nuestro
propio aspecto.» El espíritu del inconsciente nos suplanta, engañándonos
incluso a nosotros mismos, mientras se encubre con nuestra forma. Este espíritu
mercurial «se ha vestido de nosotros» como un disfraz, apareciendo como
nosotros mismos, o por lo menos como quienes nos imaginamos ser.
RENUNCIANDO A LA HUMANIDAD
Describiendo la experiencia de
ser dirigidos y asumidos por el inconsciente, Jung continúa, «cada vez que un
poderoso contenido emerge del inconsciente, que aún no podemos llegar a
entender con nuestra conciencia, existe el peligro de que toda la consciencia
del ego sea derribada hacia la inconsciencia y disuelta…La Consciencia es
completamente vaciada, porque sus contenidos se sienten atraídos por el
inconsciente como por un imán. Este proceso conduce a una pérdida completa del
ego, de forma que la persona en cuestión se convierte en un mero autómata. Tal
persona en realidad ya no se encuentra ahí. «¿A cuántas personas conocemos,
incluyendo a veces a nosotros mismos, que como zombis, compulsivamente y
mecánicamente promulgan sus patrones habituales sin la espontaneidad y la
creatividad, como un robot programado?
Jung dice: «Sólo se puede
modificar la actitud propia y así salvarse de caer ingenuamente en un arquetipo
y a ser obligados a tomar parte en comportamientos en detrimento de la propia
humanidad. La posesión por un arquetipo convierte al hombre en una figura plana
colectiva, una máscara tras la cual ya no podrá desarrollarse como un ser
humano, sino llegando a estar cada vez más atrofiado.» Cuando estamos poseídos
por un arquetipo, es como si estuviéramos congelados en el tiempo, similar a lo
que ocurre en un trauma, en el que nos obsesionamos en un punto de vista
rigidizado que se refuerza a sí mismo. Nos identificamos inconscientemente con
la «persona», la personalidad de fachada que hemos creado para la protección y
la presentamos al mundo, no tenemos profundidad real, y dejamos de crecer y
evolucionar. El «alterar» nuestra actitud sería el salir de nuestra
«alter-personalidad,» que es dejar de adorar el “altar” del falso yo de forma
compulsiva y ritualista, y pasar a nuestro auténtico yo.
Jung elabora sobre el proceso de
caer bajo el hechizo de un arquetipo activado cuando escribe: «…un arquetipo se
moviliza dentro de él afectándole como un narcótico. Eso es típico, cuando te
metes en una situación en la que se convierte en un arquetipo constelado,
padecerás este peculiar efecto hipnótico, quedándote repentinamente dormido.
Tiene una fascinación peculiar que te hace inconsciente. «La imagen de Dorothy
y sus amigos durmiéndose en el campo de amapolas cuando se acercan a la Ciudad
Esmeralda en la película «El Mago de Oz» expresa simbólicamente esta situación
arquetípica de caer bajo un hechizo cuando nos acercamos a lo sagrado.
Jung señala que «Las
potencialidades del arquetipo, para el bien y el mal por igual, trascienden
nuestras capacidades humanas muchas veces, y un hombre puede apropiar su poder
sólo mediante la identificación con el demonio, dejándose poseer por él,
renunciando así a su propia humanidad.” Al identificarse inconscientemente con
y ser poseído por el demonio, a nivel personal y humano renunciamos a nuestra
humanidad y nos convertimos en una cáscara vacía. Al mismo tiempo, sin embargo,
accedemos, y nos convertimos en canales de, e inflados por, una energía más
potente, una energía arquetípica y no humana que nos atraviesa. Cuando estamos
poseídos por un arquetipo, somos una yuxtaposición paradójica de cualidades
subhumanas y sobrehumanas a la vez.
Jung continúa, «…cualquiera
poseído por un arquetipo no puede dejar de tener todos los síntomas de una inflación.
Porque el arquetipo es nada humano, ningún arquetipo es propiamente humano. El
arquetipo en sí es una exageración y alcanza más allá de los confines de la
humanidad…Así que cualquiera poseído por un arquetipo desarrolla cualidades
inhumanas.» Cuando llegamos a ser apoderados por un arquetipo nos inflamos,
inconscientemente identificándonos con poderes divinos, olvidando al mismo
tiempo nuestra humanidad. Jung aclara: «…vemos el efecto característico del
arquetipo: se incauta de la psique con una especie de fuerza primigenia y la
obliga a transgredir los límites de la humanidad. Causando la exageración, una
actitud engreída (inflación), la pérdida de la libre voluntad, lo ilusorio y el
entusiasmo en el bien y el mal por igual.” Interesantemente, uno de los
significados de la palabra «maldad», etimológicamente hablando, es transgredir
fronteras.
Continuando con su descripción
sobre el estado de estar poseído por un arquetipo, Jung dice: «…cuando una
persona tiene un contenido inconsciente –por ejemplo un determinado arquetipo
se constela–entonces su consciencia, sin darse cuenta de lo que es, se llenará
con la emanación o la radiación de ese arquetipo activado. Y entonces se
comporta de forma inconsciente, como si él fuera ese arquetipo, pero expresa la
identidad en términos de su personalidad del ego…Porque él inconscientemente
juega un papel y trata de representar algo que él ha tomado como de ser su
propio ser.» Comportándose como si él, como ego, fuese ese arquetipo, juega a
un papel arquetípico mítico y se identifica inconscientemente con él («al que
ha tomado como de ser su propio yo»), engañándose a sí mismo, y potencialmente
a otros, en el proceso. Jung continúa, «Ves, el arquetipo inconsciente activado
es como un sol naciente, una fuente de energía o calor que calienta la
personalidad del ego desde el interior, y luego la personalidad del ego
comienza a irradiar como si fuera Dios sabe qué.» El arquetipo sin forma
adquiere y se expresa a través de la forma limitada y particular de la
personalidad del ego. El arquetipo activado transfigura el ego desde el
interior a fin de adaptarse a sus propósitos. Jung continúa: «Es un hecho
psicológico el que un arquetipo pueda apoderarse del ego e incluso obligarle a
actuar como él – el arquetipo – haciendo la voluntad del arquetipo. Un hombre
puede adquirir dimensiones arquetípicas y ejercer los efectos
correspondientes.»
INFLUIR EN EL CAMPO
Fusionado con, e inflado por, el
hipnóticamente fascinante campo de fuerza del arquetipo, la gente así poseída
se convierte en portavoces y amplificadores del arquetipo para transmitir y
extenderse de forma no local encarnándose por todo el campo de la consciencia.
Jung escribe: «las personas que constelan un arquetipo tienen tal efecto
hipnótico.» Las personas que son cautivadas por un arquetipo tienen un efecto
cautivador sobre los demás, cuando estamos bajo la fascinación de un arquetipo,
involuntariamente tenemos una influencia fascinadora sobre los demás. Jung
señala que «la identificación con una figura arquetípica presta fuerza casi
sobrehumana al hombre común y corriente.» Las personas poseídas por su
inconsciente tienen un efecto magnético, carismático y «posesivo» sobre el
inconsciente de los demás. La parte de ellos que está hechizada evoca la parte
sugestionable y endemoniada correspondiente de la psique de los demás y la
engancha, embelesándola y arrastrándola en su giro arquetípico. En otras
palabras, cuando alguien está poseído por un arquetipo, son, literalmente el
canal a través del cual ese arquetipo, tanto a nivel local y no local, se está
materializando en el campo, que es decir, que ejercen gran influencia
energética en su entorno. Jung dice: «Pero el poder del arquetipo no es
controlado por nosotros; nosotros mismos estamos a su merced a un grado insospechado…porque
todo el mundo está ‘poseído’ en cierto grado por su preformación
específicamente humana, está firmemente aferrado y fascinado por ello y ejerce
la misma influencia sobre los demás sin ser consciente de lo que está haciendo.
El peligro es precisamente esta identificación inconsciente con el arquetipo.»
Hasta el punto en que nos identificamos con y por lo tanto poseídos por el
arquetipo, es la medida en la que no somos conscientes de la correspondiente
influencia que tenemos en el inconsciente de los demás. Esta es una situación
peligrosa porque está inconscientemente, actuando a cabo de tal manera que
garantiza que vayamos a abusar de nuestras cuestiones de poder no resueltas en
la medida en que permanezcamos inconscientes.
Jung va directo al grano cuando
escribe: «Cuando alguien es capaz de realizar el arte de tocar en el arquetipo,
puede aprovecharse de las almas de las personas como el que toca la cuerdas de
un piano.» La conexión con el arquetipo es como arrancar un acorde de mayores
dimensiones de nuestro ser, que activa inmediatamente una resonancia en el
inconsciente colectivo del que lo oye. Al igual que el péndulo con el swing mas
fuerte arrastra a todos los otros péndulos en su apogeo, la persona que está
canalizando el poder viviente de la fuerza arquetípica más profunda puede
potencialmente en-colar y en-tranzar a otros. Este poder puede ser usado para
el bien mayor –en ayudar a las personas a despertar—o puede ser usado para el
mal más profundo con el fin de manipular, des-empoderar y esclavizar a otras
personas. Siendo arquetípica, esta energía fundamentalmente no es ni buena ni
mala, pero potencialmente puede manifestarse en cualquier dirección dependiendo
de nuestra intención.
Hablando del poder hipnótico del
arquetipo, Jung escribe: «Te trinca por debajo de la cintura y no en tu mente,
tu cerebro simplemente no cuenta para nada, tu sistema nervioso simpático es
agarrado. Es un poder que fascina a la gente desde dentro, es el inconsciente
colectivo el que se activa, es un arquetipo común a todos ellos, que se ha
avivado.» Cuando se constela un arquetipo, la lógica racional y los hechos no
tienen ningún efecto. La profunda emoción que es característica de un arquetipo
activado garantiza que, en palabras de Jung, «…la posibilidad de que la razón
tenga algún efecto cesa y su lugar es ocupado por los lemas y las quiméricas de
deseos y fantasías. Es decir, resulta en una especie de posesión colectiva que
se desarrolla rápidamente en una epidemia psíquica.” El identificarse
inconscientemente con un arquetipo es extremadamente peligroso, en cuanto a que
está en la raíz de las psicosis, tanto individuales como colectivas. Nuestra
tendencia a caer sin saberlo en las garras de un arquetipo, anima lo que está
siendo escenificado en el teatro del mundo, es decir, que el origen de los
acontecimientos mundiales es el inconsciente de la humanidad (por favor, ver mi
artículo “It’s
All in the Psyche” «Todo está en la psique»)
Jung escribe: «Nadie puede caer
en la cuenta de un arquetipo sin primeramente haberse identificado con él.»
Hablando de nuestra tendencia inicial para la identificación con y llegar a
estar enganchados por arquetipos activados, Jung continúa, «…no puedes ser
consciente de ellos sin haber sido exhaustivamente capturado por ellos.» Nadie
puede entender su demonio sin primeramente haberse identificado
inconscientemente con él, es decir, alcanzado por él, y por lo tanto, poseído
por él. En el proceso de integración, tenemos que aprender a experimentar
nuestro demonio arquetípico tanto desde el exterior como desde el interior.
Experimentar el arquetipo desde el exterior significa experimentarlo de forma
objetiva, como algo aparte de nosotros, que es el separarnos de él, porque un
arquetipo, en palabras de Jung, «…puede ser verdaderamente entendido sólo si se
experiencia como una entidad autónoma.» En última instancia, tenemos que ver
ambos el arquetipo como objeto fuera de nosotros mismos, así como experimentar
lo que se siente con relación a nosotros, lo cual es una experiencia dentro de
nosotros mismos.
Tal vez haya una razón oculta en
el plan más profundo de las cosas por la que, nosotros como especie, tenemos
una tendencia a ser apoderados por nuestro inconsciente. Jung señala que «…los
complejos autónomos están entre los fenómenos normales de la vida y conforman
la estructura de la psique inconsciente.» Tener complejos autónomos, o tener un
demonio o dos de repuesto en el armario, es un fenómeno humano «normal,» algo
que todos poseemos, al mismo tiempo que nos posee. Identificándose con nuestro
inconsciente de tal manera que actuamos escenificando, es decir, estar
poseídos, parece ser una expresión natural de la experiencia humana. ¿Podría
haber un potencial evolutivo oculto, una teleología subyacente, un misterioso
propósito u objetivo, que nos está poseyendo para que actuemos como lo estamos
haciendo?
Tal vez estemos siendo ideados
para ser los mismos instrumentos y parteras a través del cual los arquetipos se
transforman, transforman al mundo y a nosotros mismos también. Ser poseído por
el inconsciente es, paradójicamente, la forma en que aprendemos a no ser
poseídos, que claramente aun no hemos aprendido todavía, o no estaríamos
poseídos. Al diferenciarnos del arquetipo, lo hacemos consciente, mientras nos
creamos a nosotros mismos en relación a él. Al relacionarnos con el arquetipo
de manera consciente, no caemos bajo la esclavitud del arquetipo, sino que
somos capaces de mediar, humanizar y canalizar sus energías trans-personales y
sus contenidos de manera constructiva, creativa y enriquecedora de la vida. A
medida que nos conectamos con el otro a través de nuestra lucidez, podemos
potencialmente convertirnos en un vehículo a través del cual los propios arquetipos
se transforman y evolucionan, que instantáneamente y no-localmente, tiene un
efecto transformador evolutivo por todo el campo entero de la consciencia
colectiva.
Mitológicamente hablando, la
figura del «aspirante a héroe,» que somos todos nosotros en potencia, siempre
está habitada por un demonio. El tener un demonio instalado en nosotros es la
misma cosa que «hace» de nosotros un héroe. Nuestra lucha heroica contra la
garra paralizante del demonio es iniciática, en cuanto a que suscita nuestros latentes
poderes creativos. El llegar a la concordancia y la lucha con nuestro demonio,
es decir, con nosotros mismos, nos creamos a nosotros mismos. El demonio es la
fuente de toda creatividad. Se necesita verdadero valor para hacer batalla con
estas fuerzas internas y arrancarles el mítico «tesoro difícil de alcanzar,»
que no es otro que nuestro ser de alma-llena. Jung comenta: «Como consecuencia
de la situación política y los espantosos, por no decir diabólicos, triunfos de
la ciencia, somos sacudidos y estremecidos por secretos y oscuros
presentimientos, pero desconocemos la salida, y muy pocas personas realmente
extraen la conclusión de que esta vez el tema es el por largo tiempo olvidado
alma del hombre. »
Cuando caemos en la cuenta de un
arquetipo tal como el demoníaco, somos capaces, de adentro hacia afuera, de
canalizar su poder trans-personal en un creativo, alma llena, espíritu
vivificante que proviene de una fuente más allá de nuestro ego. Codificado en
lo demoníaco está todo cuanto necesitamos para nuestra curación y
auto-realización, como si lo demoníaco fuera una compensación del campo más
unificado y unificador de la consciencia, que nos ofrece exactamente lo que se
requiere para despertar. Los demonios son como máquinas nautilos psíquicas que
soñamos para ayudarnos a desarrollar los músculos de la comprensión.
Alquímicamente transmutando en el acto la potencial destrucción de lo demoníaco
en estimuladores de nuestra propia lucidez creativa, damos a luz a nuestro
demonio, nuestro guía espiritual. O más bien, en ese momento nuestro demonio
nos da a luz a nosotros.
El caer en la cuenta de un
arquetipo como lo demoníaco, es comprendernos a nosotros mismos como un agente
activo y participativo en la creación de nuestra experiencia de nosotros mismos
en relación con el mundo. Esta toma de consciencia viene con una gran
responsabilidad. Se nos ofrece una elección: o seguimos destruyéndonos a
nosotros mismos, o aprendemos juntos cómo crear un nuevo mundo. Todo depende de
nuestro reconocimiento de lo que se nos está revelando mientras actuamos a cabo
nuestro inconsciente en el mundo. La emergencia de lo demoníaco en nuestro
mundo es a la vez potencialmente y realmente la puerta de entrada y la
revelación de la luz. Al ser una función de nuestra consciencia, el cómo se
materializa lo demoníaco – cómo el mal destructivo más profundo, o cómo genio
creativo, no depende de otra cosa de cómo lo que soñamos. Jung comenta: «El
arquetipo es espíritu o anti-espíritu, lo que en última instancia demuestra
ser, depende de la actitud de la mente humana.» Cuando llegamos a ser poseídos
por el inconsciente, somos inconscientemente asumidos por nuestros primitivos
instintos, nuestros instintos animales, de tal manera retrocedemos,
involucionamos y caemos en nuestra naturaleza inferior. Jung explica: «Sólo el
hombre animal puede ser poseído…Es más fácil hablar o discutir con un perro o
una vaca que con alguien que esté poseído por tal figura. Porque no hay nada de
lo que uno diga que impregne, y es imposible perforar la pared que levantan, es
un muro de creencias inconscientes, y la gente detrás de la pared no puede ser
alcanzada. Son totalmente inaccesibles. No hay acceso debido a que el ser
humano se degrada al estado de un animal, y la cosa que parece funcionar no es
un ser divino, es un fantasma.» Me imagino que todos conocemos a personas así,
personas que están bajo un hechizo de tal manera que realmente no hay dialogo
con ellos, ya que perversamente ingieren e interpretan la reflexión que se le
está ofreciendo de su inconsciencia como prueba de la exactitud de su punto de
vista deludido. Psicológicamente hablando, están poseídos, como si una
«entidad» se hubiera hecho cargo, ellos ya no están ahí, y literalmente no
tienen ni idea, de su circunstancia. Cuando un grupo de personas en esta
condición llegan a un acuerdo sobre la «verdad,» y se convierten en miembros
con carnet de un “ismo” dogmático, se está fermentando una psicosis colectiva
en el caldero del inconsciente colectivo.
PSICOSIS COLECTIVA
Jung nunca se cansó de advertir
que el mayor peligro que enfrenta la humanidad es caer inadvertidamente en
nuestro inconsciente en masa, de forma que nos convertimos en instrumentos para
que una epidemia psíquica cause estragos en el mundo, tal como lo vemos hoy en
día (por favor, ver mi artículo “Diagnosis: Psychic
Epidemic” «Diagnóstico: Epidemia Psíquica»). Jung escribe que las
epidemias psíquicas «…son infinitamente más devastadoras que la peor de las
catástrofes naturales. El peligro supremo que amenaza a individuos, así como a
naciones enteras es un peligro psíquico. «Estamos en medio de una psicosis
colectiva que se ha vuelto tan normalizada que muy pocas personas ni siquiera
hablan de ello, que es en sí mismo una expresión de nuestra locura colectiva.
(Por favor véase mi artículo “Why Don’t We See our
Collective Madness”? «¿Por Qué No Vemos Nuestra Locura Colectiva»?)
Jung escribe: «…las psicosis colectivas se basan en un arquetipo constelado,
aunque, por supuesto, este hecho en absoluto se tiene en cuenta. En este
sentido, nuestra actitud se sigue caracterizando por una inconsciencia
prodigiosa.» Una vez que se activan los contenidos arquetípicos en el
inconsciente, Jung elabora, es como si “hubieran tomado posesión de ciertos
individuos, irresistiblemente uniéndolos mediante la atracción mutua y
tejiéndolos en grupos pequeños o grandes que fácilmente podrían engrosar en
avalancha.” La gente que ha caído en su inconsciente naturalmente se atrae y
conecta entre sí, mientras recíprocamente refuerzan la locura ajena. Se
consigue conjurar una burbuja compartida impenetrable de creencias rígidas en
torno a ellos que desvía y resiste cualquier auto-reflexión que amenace su
punto de cosmovisión fija. Cualquiera que les refleje de vuelta su estado
inconsciente es demonizado y visto como hereje, blasfemo y enemigo.
Aunque usa a individuos como sus
instrumentos, el mal necesita las masas inconscientes para su génesis y
proliferación en el escenario mundial. Las masas siempre están engendrando
caldos de cultivo de epidemias psíquicas. En una psicosis colectiva hay una
mentalidad de rebaño, donde la gente deja de pensar por sí misma permitiendo
que otros piensen por ellos, como ovejas («borregos») que sólo siguen a donde
quiera que sean dirigidos. Jung escribe que quien compre el acordado conjunto
de pensamiento de grupo «está infectado con la lepra del pensamiento colectivo
y se ha convertido en un recluso de esa insalubre finca de siembra llamada el
Estado Totalitario.» Cuando cedemos nuestro poder, siempre hay alguien portando
la autoridad del Estado quien está más que contento en aceptar nuestra ofrenda,
alimentando la insaciable voluntad de poder de la sombra. Jung comenta, “El
bastón del pastor pronto se convierte en una barra de hierro, y los pastores se
convierten en lobos.» Siendo arquetípico, el proceso recíproco de las personas
regalando su poder a otras personas que lo abusan, simplemente porque pueden
hacerlo, se ha recreado continuamente en sí a lo largo de toda la historia.
Jung nos advierte que «Las cosas
más peligrosas del mundo son inmensas acumulaciones de seres humanos que son
manipulados por unas pocas cabezas.» En una psicosis colectiva, los muchos son
manipulados por los pocos que sienten atracción por mantener el poder sobre los
demás. Jung señala que: «El que prefiere el poder, está por lo tanto, en la
visión cristiana, poseído por el diablo. El psicólogo sólo puede estar de
acuerdo.» En una epidemia psíquica, las masas, dirigidas e inspiradas por los
pocos que están perversamente poseídos por y adictos a la necesidad del poder,
conspiran en conjunto con, apoyan y refuerzan mutuamente las creencias
irracionales de los demás, las necesidades narcisistas y miedos, creando una
cultura loca increíble. Esta cultura, o falta de ella, es a la vez la causa y
el efecto de su locura, ya que colectivamente encarnan la profecía
auto-cumplida viviente. Se convierten en instrumentos mediante los cuales el
DNL, el demonio no local, se reproduce, como una hidra de múltiples cabezas,
en, como, y a través del campo.
BENDICIONES DISFRAZADAS
Jung escribe: «Este estado de
posesión se manifiesta casi sin excepción en el hecho de que los poseídos se
identifican con el contenido arquetípico de su inconsciente, y porque no caen
en la cuenta de que el papel que está siendo lanzado sobre ellos es el efecto
de nuevos contenidos aún por entender, ejemplifican estos concretamente en sus
propias vidas, convirtiéndose así en profetas y reformadores [en el sentido
negativo, como caer en una inflación megalómana].» Las personas que han sido engullidos
por el arquetipo y han caído en el inconsciente, en lugar de aclarar e integrar
el significado de los contenidos inconscientes activados dentro de sí mismos,
involuntariamente escenifican la dimensión simbólica mítica de «el papel que
les está siendo lanzado» en forma concretizada, literal sobre el escenario de
la vida. Los nuevos contenidos se entienden cuando nos damos cuenta de que el
rol que llega a través de nosotros tiene su origen en el propio inconsciente
colectivo, como si estuviéramos interpretando un papel en un drama cósmico.
Además de conferir sobre nosotros una opción de cómo queremos interpretar este
papel, este descubrimiento también nos despierta a la identificación personal
con el papel. La parte de nosotros que ha sido inconscientemente poseída se
libera, creando más consciencia en el proceso.
Cuando llegamos a ser absorbidos
por el inconsciente, por citar a Jung, «…el inconsciente en gran medida expulsa
y suplanta la función de la mente consciente. El inconsciente usurpa la función
de la realidad y la sustituye por su propia realidad. Pensamientos
inconscientes…se manifiestan en juicios inquebrantables sin sentido, sostenidos
en la cara de la realidad.» Cuando nos encontramos haciendo caso omiso a las
pruebas fácticas y celebrando una creencia «mágica» que racionalmente sabemos
de ser incierta, estamos bajo un hechizo, siendo «impulsados» por el
inconsciente, que está en ese momento en el asiento del conductor. Los factores
psíquicos que hacen posible la posesión son la sugestionabilidad, la falta de
discernimiento crítico, la falta de voluntad o incapacidad de auto-reflexión,
el miedo, y la tendencia a la superstición y prejuicios. Los contenidos que nos
apoderan cuando somos poseídos por el inconsciente aparecen como fobias, afección
exagerada, convicciones peculiares, idiosincrasias, planes obstinados,
compulsiones y obsesiones, todos de los cuales no están abiertos a debate o
corrección.
Los demonios trabajan a través de
nuestra psique, «gestionando nuestras percepciones» de tal manera que somos
incapaces de ver su influencia. Los demonios deslumbran, hechizan, y endemonian
la consciencia de tal manera que nos cegamos a nuestra propia asumida
perspectiva subyacente. Caemos bajo su hechizo cuando nos extasiamos por
nuestra propia versión de la realidad, de tal forma que creemos que el mundo
«objetivamente» existe como lo percibimos, separados de nuestra propia mente.
En otras palabras, caemos bajo el poder de los demonios cuando nos obsesionamos
con nuestro punto de vista fijado no negociable e imaginamos que lo que estamos
viendo objetivamente existe, en estado sólido, fuera de nosotros mismos, de
manera aplicable a todos. Entonces atraemos hacia nosotros toda la evidencia
que necesitamos para demostrarnos a nosotros mismos la verdad aparente de
nuestro punto de vista evidente, lo que confirma el espejismo de que estamos
separados de, y no participando en contribuir a crear la misma situación en la
que nos encontramos, que estamos en última instancia, creando. A esto lo llamo
«Síndrome Delirante Aparticipatorio», o SDA por sus siglas (Por favor véase mi
artículo “Delusions
of Separation” «Deliraciones de Separación»).
Por otro lado, rompemos el
hechizo de los demonios cuando nos damos cuenta de que cada momento de nuestra
experiencia es inseparable de nuestra propia consciencia, que es reconocer la
fluida, no objetiva y, por tanto, «naturaleza onírica» de la realidad. Al igual
que figuras en un sueño, los demonios están, en última instancia, hablando,
nuestra propia energía, y no separados de nuestra mente (por favor, ver mi
artículo “God
the Imagination” «Dios la Imaginación»). Al igual que un sueño, la
forma en que observamos el mundo literalmente evoca, el mundo que estamos
observando. Esto significa que es a través de nuestra consciencia en sí que
podemos intervenir en la matriz subyacente de la creación y encontrar el punto
de apoyo en el que podemos cambiar el sueño despierto que estamos teniendo, que
es la «evolución en acción». Curiosamente, no nos habríamos despertado ni
tenido esta realización sin la cooperación antagonista de los demonios, es
decir, los demonios son secretamente aliados disfrazados, los catalizadores de
consciencia apareciendo como adversarios, bendiciones disfrazadas (véase mi
artículo “The
Light of Darkness” «La Luz de la Oscuridad «).
NO ERES EL ÚNICO
Jung escribe: «La regla
psicológica dice que cuando una situación interna no se hace consciente, ocurre
exteriormente, como destino.» En la medida en que no estamos conscientemente
trabajando sobre la integración, a través del proceso de individuación, el
contenido y conflictos inconscientes que se activan dentro de nosotros, es el
grado en que estos contenidos psíquicos se manifestarán externamente y serán
inconscientemente actuados a cabo colectivamente de una manera literal,
concreta en el escenario mundial. Jung comenta: «Uno no debe eludir este
conflicto escapando a un estado prematuro y anticipado de redención, de lo
contrario uno lo provoca en el mundo exterior. Y eso es del diablo.» Un
contenido psíquico activado no realizado conscientemente en el curso de la individuación
se manifiesta externamente, donde es «ideado» en, como, y por el mundo
exterior. Para utilizar la metáfora de Jung, el patrocinador de este/a proyecto
(proyección) es «el diablo.»
Jung dice: «Las potencias
mundiales que dominan sobre toda la humanidad, para bien o para mal, son
factores psíquicos inconscientes…Estamos inmersos en un mundo creado por
nuestra propia psique.» Esto trae a la mente diversas citas de la Biblia acerca
de «poderes y principados» que gobiernan sobre la humanidad, que es la expresión
metafísica equivalente de nuestra situación psicológica. El Evangelio de Lucas,
por ejemplo, tiene el diablo diciendo que los reinos del mundo están bajo su
control (4:5-6). El Evangelio de Juan habla del diablo como «el príncipe de
este mundo.» (14:30, 16:11). La primera carta de san Juan dice que «el mundo
entero está bajo el poder del maligno.» (5:19). Pablo habla de Satanás (Gal.
1:04.; Cor 4:04) como «el dios de este mundo.». Tanto como si lo llamamos un
demonio o un factor psíquico inconsciente, la fuerza que nos gobierna es creada
por y una expresión de nuestra propia psique.
Reflexionando sobre la Primera
Guerra Mundial, Jung dice: «Cuando el destino, durante cuatro años enteros,
juega una guerra de horror monumental en el escenario de Europa – una guerra
que nadie quería – a nadie se le ocurrió preguntar exactamente quién o qué
había causado la guerra y su continuación.». Del mismo modo, en la actual
«guerra contra el terror,» una guerra que nadie, o al menos muy pocas personas
quieren, debe ocurrírsenos preguntar exactamente quién o qué ha provocado esta
guerra y su continuación. Jung continúa: «Nadie cayó en la cuenta de que el
hombre europeo estaba poseído por algo que le privó de toda voluntad. Y este
estado de posesión inconsciente seguirá sin inmutarse hasta que nosotros los
europeos nos asustemos de nuestra ‘divina-omnipotencia’ [inflación]. Tal cambio
solo puede comenzar con individuos, porque las masas son bestias ciegas, tal
como las conocemos a nuestro pesar.» El verdadero portador de la vida es el
individuo. La transformación real no viene a través de los movimientos de
masas, o nuevas leyes, sino a través de cambios en el individuo.
Hablando de los efectos de la
identificación con, poseído e inflado por el inconsciente, Jung escribe: «Todo
lo que supere un determinado tamaño humano evoca poderes igualmente inhumanos
en el inconsciente del hombre. Demonios totalitarios son provocados.» Como
resultado de convertirse en demasiado unilaterales en un universo multilateral,
los “demonios totalitarios» se «imaginan,» tanto en el inconsciente y,
sincrónicamente, en el mundo exterior. Eventos en el mundo exterior son
reflejos simbólicos de lo que estamos soñando en el interior de nosotros mismos
(por favor, ver mi artículo “Catching the Bug of
Synchronicity” «El Contagio del Microbio de la Syncronicidad»). Lo que
esto significa es que la forma más eficaz para cambiar el mundo es cambiar
nosotros mismos.
Jung escribe: «…los acontecimientos
históricos de nuestro tiempo han pintado una imagen de la realidad psíquica del
hombre en colores indelebles de sangre y fuego, y le ha dado una lección de
ejemplo práctico que nunca será capaz de olvidar si – y esta es la gran
pregunta – ha adquirido hoy la suficiente consciencia para mantenerse al día
con el ritmo frenético del demonio dentro de él.» ¿Seremos cada uno de
nosotros, capaces de mediar, canalizar y transformar la energía demoníaca
arquetípica que está fluyendo a través de nosotros, en creatividad de tal
manera que podamos constructivamente construir un mundo nuevo? Esta es la
pregunta en cuya respuesta descansa la futura supervivencia o la destrucción
del mundo tal como lo conocemos.
Jung dice, «la humanidad, debido
a su desarrollo científico y tecnológico, en medida creciente se ha entregado a
sí mismo a los peligros de la posesión…El peor pecado del hombre es la
inconsciencia…¿Cuándo vamos…con toda seriedad a buscar las vías y medios que le
exorcicen, para rescatarlo de la posesión y la inconsciencia, y hacer de esta
la tarea más vital de la civilización?» ¿Cuándo vamos a hacer “la tarea más
vital de la civilización,” el exorcismo de los demonios que nos están
poseyendo? En otras palabras, ¿cuándo vamos a hacer que nuestra tarea más vital
sea «despertar?»
Jung vio esta manifestación
demoníaca actual como expresión arquetípica de los trastornos potencialmente
catastróficos que acompañan a las grandes transiciones de una época a otra.
Cuando un arquetipo como el demoníaco aparece, tanto en nosotros mismos como en
el mundo, las cosas se vuelven críticas, con posibilidades de bueno y malo por
igual. De cómo resulten las cosas en realidad depende de cómo la consciencia
responda ante la situación. Durante una manifestación colectiva de lo demoníaco,
tal como la que tenemos hoy en día, el gran peligro es un movimiento de masas
en el que millones, o incluso miles de millones de personas caigan en su
inconsciente juntos, encendiendo una epidemia psíquica que genera una guerra
apocalíptica que hace estragos de la vida en la Tierra y destruye la biosfera
del planeta (ver mi artículo “Archetypal Dimensions
of World Events” «Las Dimensiones Arquetípicas de los Acontecimientos
Mundiales»). Para citar a Jung: «El inconsciente funciona a veces con la más
increíble astucia, organizando ciertas situaciones fatales, experiencias
fatales, que hacen que la gente despierte.» La catástrofe sólo puede evitarse
si suficientes personas se despiertan a lo que se nos ha revelado mientras
escenificamos a través del inconsciente, y luego conectamos con los demás con
el fin de des-activar, asimilar y transformar los posibles efectos
perjudiciales del demonio activado. Podemos entonces, bajo la dirección del
Ser, nuestra integridad intrínseca, ayudarnos unos a otros a marcar el comienzo
de una nueva era de paz sostenible, la comprensión y la cooperación mutua.
Nuestra existencia muy continuada como especie en este hermoso planeta depende
de esta compresión.
El ser pesimista y creer que no
podemos cambiar la trayectoria del comportamiento suicida de nuestra especie en
trance es estar bajo un hechizo, es estar caído bajo una «maldición del
demonio.» Haber caído bajo tal hechizo, sólo fortalecemos y solidificamos
nuestra hechizada convicción, actuando como si no hubieran otros resultados
posibles. El pesimismo es alimento para los demonios (Véase mi artículo “Our Situation is Dire,
and There’s no Need for Pessimism” «Nuestra Situación es Grave, y no
Hay Necesidad de Pesimismo»). Es una locura no invertir nuestra energía
creativa en imaginar que podemos «unirnos,» e igual locura el pensar que no
podemos. Si no estamos invirtiendo nuestra imaginación creativa en formas para
que podamos sanar y despertar, entonces ¿qué estamos pensando? Al igual que en
un sueño nocturno, cuando un número suficiente de nosotros estemos lúcidos en
el sueño despierto de la vida, podremos conectar con los demás y juntar nuestra
lucidez, cambiando el mundo de manera positiva en el proceso (por favor, ver mi
artículo “Lucid
Dreaming” «Sueño Lúcido»).
Si la gente me dice que soy un
«soñador» cuando yo profeso estas creencias idealistas y aparentemente
ingenuas, me limitaré a decir que, en palabras del fallecido John Lennon: «Yo
no soy el único.» Hay cada vez más cantidades crecientes de nosotros –
¿millones de personas? ¿Miles de millones? – Por todo el planeta que, de
diversas maneras están siendo reclutadas por el mismo Ser para ser canales de
un proceso más profundo de despertar, facilitando una amplia gama de
posibilidades totalmente nuevas y nunca antes imaginadas que se hagan
disponibles para nosotros. El universo está soñando despierto en sí a través de
nosotros. Cuando un número suficiente de nosotros simplemente reconozca el
profundo, patrón arquetípico que está sucediendo, es decir, que el universo se
está despertando a sí mismo a través de nosotros, podemos «unirnos» e
«imaginar,» y ayudarnos a profundizar y estabilizar nuestro mutuamente
compartido despertar, lo que yo llamo «soñar despiertos.» Como sanadores
heridos, chamanes, soñadores y artistas cuyo lienzo es la vida misma, podemos
crear conjuntamente un “Art-Happening Called
Global Awakening.” «Art-Happening Llamado Despertar Global.»
El verdadero demonio es nuestro
aferramiento al ego. En la medida en que estamos bajo la influencia aparente de
un demonio es el grado en que nos aferramos y agarramos, tratando de sujetarnos
a nuestro concepto de nosotros mismos como un ser discreto y separado, cuando
en realidad no hay nada (ninguna «cosa») a qué aferrarse. En la medida en que
estamos aferrados o agarrados, hemos caído en el auto-refuerzo, el patrón
habitual de contraer contra nosotros mismos, y al hacerlo estamos bloqueando
nuestra propia luz. Podemos, en este mismo momento, salir de nuestro propio
camino y dejar que brille nuestra luz.
Traducción: Gladys Molina EmpoweredByKnowledge©
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